Desde hace unos tres años, un grupo de amigos subimos una vez a la  semana desde la plaza Kennedy hasta la casa que tienen los bomberos en Collserola. Como siempre, aparqué la moto, cogí las llaves y las metí en el bolsillo de la sudadera, sin saber que los bolsillos estaban comunicados, y además no tenían fondo.

Al poco de bajar para regresar a casa, habíamos recorrido unos 300 metros y, de repente, me di cuenta que las llaves no las tenía en el bolsillo. Las había perdido. Era el mes de noviembre del año 2021, casi de noche, oscuro y muy complicado encontrar nada. Rápidamente, acudí a la intercesión de Joaquín.

Éramos cinco y, como mis compañeros tenían linternas, volvimos a subir para ver si aparecían las llaves. Andábamos paso a paso de forma muy lenta y en batería, pero no aparecieron. Camino de bajada, la misma operación; pero tampoco tuvimos suerte.

Me fui a casa y a la mañana siguiente, antes de llamar al taller, para  que cortaran el cable que cierra la mordaza, decidí subir al coche otra vez, aparqué y empecé a caminar hacia la caseta de los bomberos, pasando por el mismo sitio que el día anterior. A los 250 metros, encontré las llaves en un petril, perfectamente puestas.

Total: encantado de la vida, dando gracias a Dios y dando gracias a Joaquín, quien estoy seguro, me ayudó a encontrar las llaves.