El domingo 6 de julio, coincidiendo con el séptimo aniversario del fallecimiento de Joaquín Romero, se celebró una misa en su sufragio en la capilla de la Escuela Deportiva Brafa, donde dedicó buena parte de su vida.
Asistieron unas 80 personas, entre ellas su madre, un hermano y otros familiares, antiguos alumnos de Brafa y amigos que quisieron recordarlo en un ambiente recogido y agradecido.
En la homilía, Mn. Joan Juventeny, parafraseando el Evangelio, recordó que “nuestros nombres están inscritos en el Cielo” e invitó a confiar en que también lo está el de Joaquín. Destacó cómo vivió la enfermedad “clavado en la cruz para la redención de todos”, rezando el rosario en las noches de insomnio y ofreciendo su dolor “por la Iglesia, por la familia, por Brafa, por todo el mundo”.
“Nos toca pedir a Joaquín —concluyó— que nos ayude a amar a Dios y también a amar el sufrimiento, como él lo hizo: con luchas, sí, pero con esperanza”.
