Era un sábado por la mañana, el día de la fiesta deportiva en el colegio de mis hijos… Acudimos a casa de Joaquín con Rafa, sin saber muy bien qué nos aguardaba.

Entrar y verlo a en la cama, sonriente a pesar de la dificultad para respirar y articular palabra, nos sobrecogió. Sin embargo, experimentamos paz, una paz que no es de este mundo.

Joaquín solo pensaba  y animaba a mis hijos a rezar por la conversión de China a la vez que se comprometía a rezar por todas nuestras intenciones.

A mis hijos les sirvió mucho. Se sintieron a gusto, a pesar de la dura situación de Joaquín. Él les animó a esforzarse por cumplir la voluntad de Dios a pesar de las dificultades (como él testimoniaba con su ejemplo); a rezar confiadamente al Señor.

Al salir, nadie quedó indiferente. Aquel testimonio real nos acompañará siempre.

Estoy convencida de que es una persona santa.